Un tema que llamó mucho mi atención durante el curso de mi semestre en la clase de Estudios de Género y Prácticas Sexuales fue el de poliamor. ¿Que qué es esto? A mi percepción personal, de acuerdo a lo que he leído, escuchado e investigado, el poliamor es una manera de vivir la sexualidad y la vida íntima fuera de la monogamia o las relaciones de pareja, así que, si lo queremos explicar de una manera más clara y con peras y manzanas, podemos inventar en este ensayo la palabra “monoamor” (si no es que ya fue inventada antes) y denominar a una persona como monoamorosa cuando practica su vida sexual y comparte su intimidad con una sola persona a la vez por distintos periodos de tiempo; en cambio, una persona poliamorosa es aquella que maneja relaciones íntimas/sexuales/amorosas con varias personas al mismo tiempo, pero todo de una manera consensuada, comunicada y entendida por todas la partes (léase y entiéndase que si estás en una relación de pareja y le pones el cuerno con el o la que se te ponga en frente sin tener ningún tipo de comunicación sobre ello, no tienes derecho de llamarte poliamoroso, no nos engañemos).
El motivo de este ensayo, pues, es el de visualizar y hablar acerca de las implicaciones y barreras que trae consigo la decisión de ser una persona poliamorosa, todo esto desde mi perspectiva y desde lo que yo alcanzo a percibir como importante para romper la muralla de lo aprendido y de lo construido por nuestra sociedad.
Es de suma importancia mencionar que las implicaciones y barreras de las que hablaré son visualizadas desde donde yo estoy parado y desde mi contexto y también que tienen una clara base social, en otras palabras, todas tienen que ver con construcciones sociales que se han ido creando a lo largo de la existencia del ser humano y que forman parte de una visión “masculina” del mundo; una visión que busca controlar, categorizar y encasillar todo para evitar el caos y la diversidad. Todo lo que no entra dentro de los parámetros o categorías preestablecidas como “normales” no es bien visto y debe ser modificado cuanto antes.
Como nos mencionan Easton y Hardy en su libro Ética Promiscua (2009), las personas tenemos tan enraizada la idea del matrimonio heterosexual monógamo para toda la vida, que no concebimos como correcta cualquier otra forma de relacionarnos sexual/románticamente con otras personas. Si tienes sexo casual con un extraño o extraña eres una puta o un libertino, si tienes sexo con un amigo o amiga (los denominados “amigos con derecho”) es incorrecto o te preguntan ¿por qué no andan?, si tienes sexo antes del matrimonio (bendita sociedad que da por hecho que tenemos que casarnos) estás pecando; y entre muchas otras cosas que la gente tan bien adaptada a la sociedad actual tiene para criticar y cuestionar.
La primera barrera a superar de la que quiero hablar es la barrera familiar. La mayoría de nosotros pertenece a una familia “tradicional”, un tipo de familia que la historia y la sociedad han ido forjando para, como dirían las autoras antes mencionadas, sobrevivir en el mundo, ya que entre más extensa fuera la familia, más trabajo cubrían y más ganancias o bienes tenían. Esta familia “tradicional” tiene arraigada la creencia de que todos debemos buscar a nuestra “media naranja”, buscar a una persona que complete aquello que nos falta, buscar a una sola persona que nos haga feliz y mantenernos con ella. Gracias al tiempo y a la razón, esta visión de la familia se ha ido deteriorando con el pasar de los años y en la actualidad la gente ya se pregunta el porqué de este pensamiento si existen tantas familias disfuncionales y tantas infidelidades. Se tiene que confrontar a la propia familia respecto al tema y demostrar que el matrimonio y la visión de familia tradicional pueden llegar a ser incluso peligrosas y represivas de la sexualidad.
Una segunda barrera que puede incluso estar ligada con la barrera familiar debido a sus raíces tan fusionadas, es la barrera religiosa. En la religión católica se encuentra la base del pensamiento que promulga tener relaciones sexuales hasta el matrimonio, mantener relaciones sexuales por el único propósito de reproducirse y también el estar con una sola persona para toda la vida. Easton y Hardy (2009) mencionan el mito proveniente de la religión católica que hace referencia a que el deseo sexual es una fuerza destructiva que debe ser controlada y frenada (especialmente por la mujer, ya que el hombre es “voraz” e “incontrolable” por sí mismo), pero, ¿cómo puede ser malo algo que produce placer? Si eres una persona católica, no puedes esperar que la religión te respalde el deseo de ser poliamoroso. Quizás deberías empezar a crear tus propias creencias y sistemas de valores.
Como última barrera que observo, tomando en cuenta que las tres se ven implicadas en una barrera social en su totalidad, es la barrera personal/psicológica, y quizás sea la más importante, ya que a lo largo de conocer el tema, me di cuenta que la principal razón por la que es tan difícil pensar en un cambio de paradigma sexual es por el egoísmo y egocentrismo que tenemos las personas. Tenemos tan arraigado el pensamiento monogámico que creemos que una persona puede llegar a pertenecernos, y podemos decir y hacer con ella lo que nos plazca; también que si la vemos con otra persona o si nos quiere dejar, es completamente normal sentir celos o sentir que no fuimos lo suficiente. El derrumbar esta barrera implica un cambio completo de pensamiento, ya que la gran mayoría de las personas mantenemos la monogamia como nuestro paradigma sexual, llevándonos al tipo de pensamiento de control, de lo privado, del consumismo. Tenemos que cambiar nuestra ideología para cambiar nuestra perspectiva respecto a la monogamia y al poliamor, o incluso al revés; quizás si empezamos a ver el poliamor como una opción, empecemos a regresar a lo común, a hacer comunidad, a no querer adueñarnos de las cosas y a compartir y aprender aquello que nos sirva a nosotros y les sirva a los demás.
Para concluir, creo que en verdad es necesario un cambio en la forma de pensar y vivir la sexualidad. Creo que la monogamia ha alimentado sistemas e instituciones innecesarias y problemáticas como el matrimonio (el cual se basa en pertenencias durante él y después de él) y también ha reforzado una represión sexual que después de un tiempo sólo puede traer problemas.
Referencia
Easton, D., & Hardy, J. (2009). Ética Promiscua. Barcelona: Melusina.